[Resumen extraído de la fuente principal]

Difícilmente podrá señalarse en nuestra ciudad efemérides más jubilosas que las comprendidas entre el 1 de marzo de 1820 y 1 de octubre de 1823. ¿Jubilosas nada más? Fuera acaso más certero llamarlas gritadoras y ruidosamente alborotadas. Porque en la mencionada época se voceó en do mayor a todas horas, en todo lugar y con cualquier pretexto. Gritábase en la Sociedad Patriótica, sita en los claustros del convento de San Francisco; gritábase en las asonadas o manfestaciones populares que, acompañadas de músicas, partían de la Sociedad y terminaban ante la lápida de la plaza de la Constitución o ante el sepulcro de Arco-Agüero, dentro de los muros del castillo; gritábase en los bailes cívicos de la Alameda, lugar entonces el más concurrido, y en las comedias de argumento y plan liberal que con los títulos de "Padilla", "Roma libre" y "Lanuza" u otros parecidos se representaban en el teatro -que venía a caer hacia donde se ve ahora un establecimiento de máquinas de coser en la calle Moreno Nieto-. Se voceó, como ya publicamos en esta revista, al tenerse noticia de que Fernando VII había jurado el 9 de marzo en su palacio la Constitución de 1812; y cada vez que se celebraban elecciones, bien fuera para la Diputación de la provincia, bien para las Cortes del reino; y cuando el 20 de julio reiteró el Monarca solemnemente su juramento ante la representación nacional; y al entrar en la plaza el general D. Felipe Arco-Agüero; y al recibirse nuevas de la rapidez y fervor con que prendía en todas partes el grato venenillo del sistema constitucional; y cuando se supo el glorioso empuje de los batallones milicianos de Madrid y del general Baños en Andalucía; y al extenderse por los corrillos y tertulias, así masónicas como comuneras, el rumor de que habían jurado nuestra doceañista Constitución aquellas tropas francesas que, llevadas por Angulema, entraron en Madrid el día 23 de mayo.